Rabietas en niños, descubre como gestionarlas adecuadamente

rabietas

Las rabietas son conductas que se presentan a través de explosiones emocionales difíciles de gestionar tanto para los niños, como para los padres.

Suelen darse como respuesta a necesidades o deseos que no han sido satisfechos, y normalmente ocurrirán con más frecuencia en niños con dificultades para expresar sus necesidades o para gestionar adecuadamente sus emociones.

Las rabietas infantiles pueden resultar desconcertantes y frustrantes para la mayoría de los padres, ya que no saben cómo actuar. Además de suponer una limitación en la convivencia familiar y la adaptación del menor a su entorno escolar y social.

Rabietas en el desarrollo de la primera infancia

Las rabietas son comportamientos que forman parte del desarrollo de la primera infancia. Suelen comenzar alrededor de los 18-24 meses, presentándose con mayor intensidad y frecuencia sobre los 2 y 3 años.

Las rabietas tienden a disminuir conforme se van haciendo mayores, siendo entonces más cortas y menos frecuentes. No obstante, se ha demostrado que en un alto porcentaje, si esas rabietas no se intervienen de forma adecuada las dificultades persisten en el tiempo, tendiendo a empeorar.

En muchas ocasiones, el simple hecho de estar hambriento, cansado o enfermo, puede desembocar en una rabieta más intensa y darse de forma más frecuente. Es muy importante que seamos capaces de ajustar nuestras expectativas respecto al comportamiento de nuestros hijos y ser conscientes de lo que podemos esperar según su edad.

Rabietas: errores frecuentes cuando mi hijo las tiene

Intentar controlar a un niño que está teniendo una rabieta mediante gritos, amenazas o pegándole, sería actuar como lo está haciendo él, por lo que le estaríamos enseñando que la forma correcta de gestionar la frustración y el enfado es esa.

Perder el control o enfadarte solo va a hacer que tu hijo se asuste o se violente más, siendo más probable que la rabieta del niño coja aún más fuerza, y tienda a repetirse en ocasiones similares.

Si agarramos fuerte o sujetamos a nuestros hijos, no podrá descargar de forma natural la tensión emocional que está sintiendo en ese momento, por lo que si intentas sujetarle solo conseguirás que su frustración aumente y se enfade más todavía.

Atosigar al niño pidiéndole que se calme o hacerle pasar vergüenza con frases como: “Todo el mundo te está mirando” o “Qué feo te pones cuando te enfadas”, solo hará que el niño aprenda a reprimir esas emociones porque piense que es malo sentirse enfadado. De esta forma le enseñaremos que sentir enfado no está bien, por lo que estaríamos aceptando que sentir emociones desagradables no es válido.

Muchas veces podemos pensar que nuestro hijo está teniendo una rabieta porque no somos buenos padres o porque lo hace para fastidiarnos, y nos lo tomamos como algo personal.

Pero esto no es así, los niños a esas edades no son capaces de gestionar por sí solos su frustración y las emociones tan intensas. Su cerebro aún no está lo suficientemente desarrollado como para poder llevar a cabo este proceso de forma voluntaria. Es por eso que tenemos que ser nosotros su modelo emocional y quienes lo acompañemos en estas explosiones emocionales.

En ocasiones, para que la rabieta disminuya, tendemos a dejar solo a nuestro hijo o irnos a otra habitación hasta que se canse y se relaje. Aunque puede hacer que la rabieta se acabe, esto es un error. De esta forma su hijo aprenderá que cuando tiene una emoción intensa que no sabe cómo gestionar por sí solo, sus mayores figuras de apego no estarán allí para ayudarlo y acompañarlo.

Qué puedo hacer cuando mi hijo tiene una rabieta

rabietas en niños

Lo más importante cuando su hijo tiene una rabieta, es permanecer calmado, ya que esto ayudará a crear un ambiente que reduzca el estrés de la situación.

En primer lugar, resulta imprescindible validar las emociones de nuestros hijos.

Debemos empatizar con su situación y hacerles entender que les comprendemos. Podemos ponerle nombre a lo que están sintiendo y asociar dicha emoción a la situación que se está viviendo. Le ayudaremos a entender cómo se siente, poniendo palabras a la emoción que está sintiendo y siempre desde la empatía. Estaremos reflejando su emoción interna y poco a poco el niño se irá calmando.

Una vez hecho esto, esperaremos calmadamente al lado del niño hasta que la rabieta haya pasado su momento álgido. En ocasiones puede que el niño patalee o intente pegarnos, así que nos quedaremos a la distancia justa para que no nos golpee, pero sepa que estamos a su lado.

Es entonces cuando el niño, ahora más regulado y con un estado de alerta menor, está más preparado para razonar. Podemos comenzar explicándole los motivos de los límites establecidos, ya que a veces los niños se enfadan y se frustran porque no entienden el porqué de las cosas o la situación. Esto puede resultar útil en algunas ocasiones y ayudará a desarrollar su capacidad de razonamiento.

Cuando ya esté más tranquilo, podemos ofrecerle nuestra mano o un abrazo, y mostrarles nuestro cariño. Esto les reforzará, ya que estarán recibiendo afecto justo en el momento en el que se estaban calmando.

¡Lo más importante será tener grandes dosis de paciencia y empatía!

Cómo puedo prevenir las rabietas

Conforme vamos conociendo las situaciones que pueden hacer que nuestro hijo tenga una rabieta, anticiparles qué va a ocurrir y como esperamos que se comporte ante diferentes situaciones problema es una estrategia muy importante para intentar prevenir esa explosión emocional o la conducta no deseada en nuestro hijo.

Ofrece alternativas cuando tienen rabietas

Si ofrecemos distintas alternativas ante una situación dada, el niño podrá ejercer su autonomía y toma de decisiones, lo que hará que se sienta más independiente y sea más probable que no se produzca la rabieta. No obstante, estas alternativas siempre deberán estar dentro de los límites o normas que se establezcan en el hogar.

Límites y normas

Establecer límites y normas consistentes que sean compartidas entre los distintos cuidadores, así como las consecuencias de no cumplirlos, hará que nuestro hijo pueda entender mejor una situación determinada y se produzca con menos frecuencia una rabieta.

Refuerzos

No podemos olvidar reforzar las conductas deseadas que tenga el niño a lo largo del día, haciendo que sea más fácil que disminuyan los momentos de rabietas. Aprenderá que papá y mamá se ponen muy contentos cuando tiene conductas adecuadas.

Hábitos y rutinas

Practicar hábitos y rutinas hará que nuestro hijo pueda tener un esquema mental de lo que va a ocurrir en el día y de esta forma sea más fácil anticipar lo que va a suceder y que así no desemboque en una rabieta.

Tiempo en familia

Pasar tiempo de calidad en familia y buscar actividades que ofrezcan momentos de calma, para que el niño comience a disfrutar y a reconocer las sensaciones y los beneficios que conlleva estar relajado. Dentro de este tiempo en familia debemos incluir espacios para comunicarnos y expresar como nos sentimos, buscar nuevas actividades e intereses y practicar actividades físico-deportivas que fomenten la autorregulación.

Cuándo buscar ayuda para las rabietas

Pueden ser múltiples las situaciones en las que los padres se sientan desbordados ante estas rabietas y necesiten buscar ayuda de un profesional:

– Cuando no sepan cómo actuar adecuadamente durante los episodios de rabietas, siendo necesario establecer unas pautas para manejar estas situaciones de forma positiva.

– Cuando se carece de habilidades y estrategias útiles para la crianza. Se necesita entonces apoyo para crear rutinas, poner límites, gestionar emociones, consensuar estilos de crianza, mejorar el clima y la convivencia familiar, etc.

– Si las rabietas son intensas y frecuentes, aumentando según su desarrollo.

– Si su hijo se autolesiona, lesiona a otros y/o rompe cosas durante las rabietas.

– Si la intensidad o frecuencia de estas rabietas afectan a las actividades de la vida diaria, llegando a ser un impedimento para la correcta adaptación a su entorno.

También te puede interesar…

× ¿Cómo puedo ayudarte?