Cuando hablamos de trastornos de la conducta alimentaria en niños, nos referimos a cualquier rechazo a la alimentación lo suficientemente grave como para ocasionar un problema nutricional o socioemocional tanto en el niño pequeño (0 a 6 años de edad) como en sus cuidadores, requiriendo un tratamiento específico.
Alrededor de un 20-30% de niños sanos con un desarrollo normotípico y un 80% de niños con necesidades especiales o alteraciones del desarrollo, padecen trastornos leves de la conducta alimentaria. En ocasiones, también nos encontramos ante percepciones erróneas por parte de los padres de lo que está ocurriendo. Solo en un 1-5% de los niños encontraremos un verdadero TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria).
El desarrollo de la alimentación comienza desde el nacimiento y evoluciona a medida que las funciones psicomotoras y sensoriales van madurando. Durante los primeros años de vida, es necesario establecer unas pautas adecuadas de alimentación en los niños, ya que en ocasiones pueden presentar problemas relacionados con la comida. El acto de comer no es solo el hecho de satisfacer una necesidad básica, sino que puede llegar a convertirse en una clave fundamental en las relaciones entre padres e hijos.
Normalmente los problemas de alimentación en los niños de 0 a 6 años comienzan en etapas delicadas e importantes, como son la transición de la lactancia materna o biberón a la cuchara, así como de la comida triturada a la sólida.
ALGUNAS DE LAS CAUSAS DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN NIÑOS DE 0 A 6 AÑOS
Las causas que pueden dar lugar a los trastornos de la alimentación en niños son muy variadas:
– Estilo educativo y relación entre padres e hijos: los distintos estilos educativos influyen de forma positiva o negativa en la posible aparición de estos trastornos. Un estilo controlador o autoritario, indulgente o permisivo, un estilo negligente, un entorno familiar desequilibrado, las discusiones, conflictos a la hora de comer, divorcios, poca atención hacia el niño, ansiedad por separación, dificultad para poner límites, etc. puede provocar problemas alimenticios.
– Estilo de alimentación de los padres: somos los modelos a seguir para nuestros hijos, por lo que si nosotros nos alimentamos mal, rechazamos ciertos alimentos, o mantenemos pautas inadecuadas durante las comidas, es muy probable que nuestros niños aprendan por imitación y también lo hagan. En estas ocasiones nos encontramos con poca variedad en la dieta, prácticas de comidas mal estructuradas, desajuste en los horarios de comida, etc. Una historia parental de ansiedad, trastornos de alimentación y preocupación por la imagen corporal también pueden dar lugar a estos problemas.
– Factores personales del niño: que tenga un trastorno del neurodesarrollo como por ejemplo, el Trastorno del Espectro Autista (TEA), puede hacer que aparezcan problemas en la alimentación. Así por ejemplo, podemos observar que los niños tienden a comer solo alimentos con un determinado color o forma, y rechazan ciertas texturas. Sus dificultades en este caso, pueden tener su origen en la presencia de problemas sensoriales, rigidez cognitiva y baja autonomía. La existencia de una enfermedad orgánica o alergia alimentaria, así como historia previa de enfermedad significativa, también afecta a la aparición de problemas con la alimentación.
Es importante tener en cuenta los elementos que rodean al niño a la hora de comer, ya que a veces comen demasiado lento o no comen porque hay elementos a su alrededor que lo distraen.
¿CÓMO PODEMOS SABER SI NUESTRO HIJO TIENE UN TRASTORNO DE LA ALIMENTACIÓN?
Lo primero que tenemos que hacer si tenemos la sospecha de que nuestro hijo tiene problemas para alimentarse, es acudir a un especialista, el cual a partir de la historia clínica, una exploración física y en caso de que sea necesario, pruebas complementarias, podrá hacer una correcta evaluación y posterior tratamiento del caso.
Algunos signos de alarma de los trastornos de la conducta alimentaria en niños de 0 a 6 años son:
– Signos de alarma orgánicos: disfagia, dolor aparente con la alimentación, vómitos, diarrea, sangre en heces, retraso en el desarrollo, síntomas crónicos cardiorrespiratorios, dificultades para la deglución con consecuente tos, atragantamiento o neumonía recurrentes, etc.
– Signos de alarma conductuales, sensoriales y/o motoras: fijación por ciertos alimentos, limitaciones significativas en la dieta, rechazo a ciertas texturas o alimentos, cese brusco de la alimentación tras un suceso desencadenante, alimentación forzada o nociva, náuseas anticipatorias al meter alimento en la boca, déficit en las habilidades oromotoras, hipersensibilidad oral, masticación excesiva, comidas desestructuradas, tiempo de comida estresante, etc.
A la hora de realizar una correcta evaluación, primero es necesario valorar si se trata de una enfermedad orgánica o una alergia alimentaria, o si por el contrario nos encontramos con un trastorno funcional o psicológico.
TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA EN NIÑOS DE 0 A 6 AÑOS
En el tratamiento de los TCA de los niños entre 0 y 6 años, nos encontramos con varios pilares:
- Tratamiento de la enfermedad orgánica subyacente (si existe)
- Tratamiento nutricional individualizado. Se realiza un consejo nutricional estableciendo unas pautas básicas de alimentación, como pueden ser: mantener unos límites adecuados, ambiente relajado a la hora de comer, servir alimentos y cantidades propios para la edad, introducir sistemáticamente poco a poco nuevos alimentos, tolerar el desorden/suciedad propio de la edad (pueden tocar y explorar), evitar ruidos y distracciones durante las comidas, etc.
- Tratamiento conductual, sensorial y/o motor individualizado. Es una parte fundamental, siendo sus objetivos: aumentar la ingesta o la variedad de alimentos, reducir los problemas de comportamiento durante las comidas, aumentar las interacciones positivas entre los progenitores e hijos, establecimiento de rutinas para facilitar la transición a la mesa, entrenamiento de refuerzos positivos y refuerzo diferencial, eliminación del castigo asociado a la comida, hipersensibilidad orofacial, manejo de cubiertos, praxis orofaciales, mejorar el tono muscular orofacial, etc.
El tratamiento incluirá una combinación de diferentes técnicas según el trastorno ante el que nos encontremos y según la dinámica de cada familia.
Este abordaje tiene que realizarse tanto con el niño como con la familia y en ocasiones es necesaria una intervención multidisciplinar de la mano de diferentes profesionales.